Tengo 70 años y una mujer en traje de baño me enseñó una lección sobre el envejecimiento y la confianza.
Hace poco, mientras disfrutaba de una tarde soleada en la playa, vi a una mujer de mi edad, más o menos, paseando tranquila por la orilla. Llevaba un traje de baño atrevido, algunos dirían atrevido. La observé intrigada, sin saber cómo me sentía. Finalmente, me acerqué a ella y le compartí con delicadeza mi opinión: quizás, a nuestra edad, algo más modesto sería más adecuado.
Esta mujer, probablemente también de setenta y tantos, se movía con una libertad asombrosa. No parecía preocuparle en lo más mínimo las miradas a su alrededor. No había vergüenza ni vacilación, solo alegría y autoaceptación. Su confianza me hizo reflexionar. ¿Era yo la que se aferraba a ideas anticuadas sobre lo “apropiado” para nuestra edad?
Siempre he valorado el respeto propio y me siento orgullosa. Intento mantenerme activa, disfrutar de la vida y sentirme joven de espíritu. Pero mientras la observaba, una pregunta me rondaba la cabeza: ¿envejecer significa que debemos moderar nuestra forma de expresarnos? ¿Debería la modestia volverse obligatoria con la edad?
Curiosa y quizás un poco indecisa, me acerqué a ella y le comenté con delicadeza que algo más reservado podría ser una opción más elegante para mujeres como nosotras. Lo que sucedió después me sorprendió y cambió mi forma de pensar. (Comparto el video completo en los comentarios ).
Ella simplemente se rió, no dijo nada y siguió caminando, con la confianza intacta. En ese momento, me di cuenta de algo importante: quizá el problema no era su traje de baño, sino mis propias creencias.
Crecí en una época en la que la edad traía consigo ciertas expectativas, cuando la elegancia solía ser sinónimo de modestia. Pero el mundo ha cambiado, y también la forma en que la gente se expresa.
Ese breve intercambio me recordó que la autoexpresión no tiene fecha de caducidad. Su tranquilidad consigo misma me hizo reflexionar sobre cómo todos tenemos diferentes definiciones de belleza, dignidad y libertad.
Al final, el verdadero mensaje no se trataba del traje de baño en absoluto. Se trataba de la elección. Todos tenemos derecho a sentirnos bien con nosotros mismos.
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